Hay un universo hermoso y yo me siento
como cuando se duerme la siesta en la playa.
El calor de la arena y lo que se disipa en el aire
no se condice a lo negro azulado
y manchado con verde naranja
del interior de mis párpados y el pensamiento.
Además de ese ánimo,
de desiertito que quema y permite sensaciones,
piedra y río yendo a un mar lejano.
Orillas refrescantes
y profundidades exasperantemente saladas,
aguas tentadoras como la fuerza de un planeta
—hostil, sí.
Así aquel día,
me acordé de un sueño
sintiendo el grito de una sirena,
que me recuerda a otro paraíso perdido.
Poder quisiera
sentirme traccionado y atado a un mástil
para excusarme de contemplar inerte
mi papel
no permite el tirarme
a menos que demuestre
que es el océano quien pide por mí.