


Una polilla
sacude su cuerpo
contra la pantalla de la lámpara.
Su sombra invade momentáneamente los elementos que, dispuestos en la pieza de acuerdo a comodidades y caprichos, brindan la sensación de habitada a esta casa que fue construida en otra época. Una en la que los talleres ferroviarios eran la razón económica de existencia del barrio.
Las vías siguen separando estas edificaciones abatidas, construidas hacia lo alto, de la ribera del río Suquía; y por éstas corren los trenes que van a Capital Federal transportando pasajeros, dividiendo la semana en cuartos, para recibir o despedir a los viajantes que ajustan sus jornadas para lentos trayectos entre Córdoba y Buenos Aires. Del otro lado de los rieles el puente Letizia, y ese terreno que solía ser ocupado por familias relocalizadas de Villa la Maternidad. Hoy: un gran codo vial exclusivo de súper mercado.
Las piedras que niños arrojan contra la barrera de plástico grueso, dispuesta para cubrir los vidrios del vagón, siempre aparecen más adelante. Algunos con nombres todavía en disputa, el tema de la identidad.
Ocasionalmente la lenta marcha del tren permite ver alguna familia sentada, tomando mates en el patio de su vivienda, comprometida al ritmo sobre las vigas de este noble transporte. Quien no haya tirado piedra a un tren a la hora de la siesta, con olor a sangre en la boca, que nos aclare qué otra cosa flmar.
Todos canjeamos ahí, en el súper. Una jugada forzada por una crisis nacional que resultó ser mucho más fructífera de lo que podría imaginarse en aquel momento -si se lo analizaba desde las cuentas de un negocio con capital limitado y limitante-. En aquel entonces te recibían los papeles de deuda estatal con el ajuste de valoración del noticiero golpista de turno.
Ahora todas estas zonas lindantes al cauce sinuoso y usualmente podrido del río "Primero”, brevemente recuperado en 2020 por viejas del agua (como titularon para descansarte entre tanta alerta y publicidad), aseguran un flujo poco congestionado del tráfico de colectivos hacia la terminal. El Hombre Urbano se erige dentro del moño que finaliza el nudo del tránsito, rodeado de banners y luces LED, de perfil a la cancha de General Paz Juniors y, del otro lado del agua: Nueva Córdoba, las estaciones de ómnibus y trenes, el panal de gobierno ejecutivo y el nuevo edificio de la unicameral. Todavía permanecen algunos silos a modo decorativo, de los edificios de tamaño industrial que solían protagonizar el área de los otrora molinos Minetti. Decoraciones que nos recuerdan una época en que las urbes participaban activamente del acopio y la distribución de bienes rurales, eternamente de orden macroeconómico vital para nuestra tierra poco ocurrente.
Más viniendo para el este: San Vicente, barrio-urbe, cuyos corsos se llegan a escuchar retumbando a través de la ventana de nuestro baño (que desde la terraza apunta en dirección opuesta, hacia el faro-faso mediterráneo del bicentenario de la patria del río de la argent), haciendo eco al rebotar en la loma del Parque Sarmiento. En estas zonas del sur de la ciudad, por debajo de los cruces de las vías y el río, y entre las calles que no tienen salida, hay una todavía conservada imagen de auténticos oficios proletarios; como ser: tornerías, carnicerías, talleres mecánicos, gomerías, mercaditos chinos, locales de lomitos, verdulerías, kioskos, tiendas de ropa, ferreterías, consultorios médicos, centros culturales, dispendios de sustancias varias, panaderías, en fin.
Desde aquella zona, se puede pasar por un viejo y breve túnel terminando acá: en un pozo al costado de la ruta 9 -esa que va al costadito de los rieles hacia el atlántico-, que mueve la soja y demás commodities del nuevo orden mundial y local), un conjunto de pequeños barrios residenciales ex-o-cuasi-industriales, donde terminan otros lugares.
Barrio Crisol, como el de un horno que funde las personas de la ciudad en un tono verde-claro-divisa acumulada en casa de los 70’s, con vigilancia -de ocasional arresto domiciliario- o seguridad policial especial para los jubilados de lujo; y los que no tanto, invadidos por un robo a otras desubicadas propiedades.
O verde-oscuro-árbol de estar a 3 cuadras del parque Sarmiento, con un lago podrido -llamado también Crisol, como Miguel (pionero del loteo y urbanismo de la Córdoba Nueva), o como el de las 'razas' también, como el que se divide en Norte y Sur- y plazas muy pulcritas en gran cantidad de ocasiones cerradas. El parque de la cueva del oso, de la pileta municipal y las construcciones de piedra de la época de un Roca de la 'conquista' del desierto; parque donde el relativamente nuevo tendido lumínico y la presencia aumentada de la cana no aportó sino un par de sujetos y tres puntos más de exposición al terror de volverse caminando de madrugada. El parque de la prostitución ahora escondida. El parque donde la ciudad evidenciaba su violenta tolerancia (aunque existencia al fin) ante la exhibición y/o comercialización de sexualidades divergentes y la complicidad de la policía en el derecho de admisión y ajuste de tarifas. Parquecito refugio de la gente que se quedó sin bares en pandemia, sitio turístico del jineteo en motocicleta. Donde no toleran una banderita de colores flameando en el mástil, ubicado en la terminación antepuesta al monumento al Dante Alighieri, que se emplaza en la calle que recuerda al otro Roca, reformista del 18.
El parque que fuera escena de los crímenes de un violador serial que se quitó la vida justo antes que las cámaras de televisión, ubicadas en la puerta de su domicilio, registren su detención para la celebración de la policía y la justicia. Todavía recuerdo algo de la fachada de su casa, el indentikit y las sospechas por zona Sur. Violaciones en serie hubieron y siguen habiendo por más que Sajen se haya pegado un tiro y se le adjudiquen más de 100 víctimas. Son hasta de colores burocráticos. Mínimo existen prácticas sodomitas del arcoiris de botellas de frizzé, que atoran la mugre que deja el lago después de unas semanas de sequía. Es casi un ADN en la prenda, verán que la Docta, como el mundo, se presta para cualquiera y que Nueva Córdoba es tan frágil como el sueño atormentado de los adinerados progenitores del sureste de una provincia de la pampa húmeda, que alquilan departamentos para susceptibles hijos de dudoso carácter estudiantil. Se mudan a capital con ganas de transformar la jerarquía estatal y empresarial. El sur de la provincia proyecta su violencia estructural en el indomable espíritu del crisol Sur de la ciudad.
O verde-colorado de ladrillos de casas viejas vencidos por plantas que crecen desde un galpón con poco uso. Entre las residencias menos adineradas, la gente sale a comprar gaseosas y cigarrillos con el barbijo en la mano o en el bolsillo del pantalón, con una sonrisa de mejor actitud ante el aburrimiento. Pleno abril 2020. Como esperando que el protocolo sanitario cobre sentido al verle la cara a la almacenera; a tres cuadras de las vallas que controlan el acceso al polo sanitario en este nuestro mundo político de noticiero, híper-vigilado y puesto a prueba empírica para refutar un imaginario colectivo sobre apocalipsis idealizado.
Vivimos a cinco cuadras de personas que duermen a la sombra de bloques de hormigón para automóviles, donde la conglomeración del tráfico también es del desalojo. (Cuando violaron este verano pasado a la chica cerca de la terminal adivinen a quienes cagaron a palos). Se sorprendería uno de los ingenios y la capacidad de supervivencia y tolerancia al humo del bondi. Alguien podría pensar que nadie compra los sanguchitos de milanesa de estación de GNC para taxistas que está cruzando el semáforo. Algún sánguche se pudre y al frente existen, en los variados haberes de estas personas, las tecnologías descartadas de décadas con menor obsolescencia programada, y se puede escuchar la radio sintonizando cadena 3 o un bailecito. Gente mayor, sentados cerca a la parrilla y los paneles de aglomerado fino al fondo, para cuando haya que guardarse de la secuencia corte inevitable del frío polarizado.
Y una cuadra arriba, antes del reconocimiento a la profilaxis 2020 que altera todas las redes sociales virtuales, se vendían choripanes a cien pesos en un pasaje al estilo plaza seca, que comunica la calle Ferroviarios y los hospitales de Niños y el Rawson, con el San Roque y la bajada Pucará. En ese mismo lugar existía una placita de cemento de juegos infantiles, que se escondían un metro y medio debajo del nivel de la calle. No sabría decir si la taparon porque los niños corrían peligro de lastimarse cayendo, o porque de noche se dormía o hacían chanchadas. Hoy en día: policías con conos para detener el tránsito, trabajadores de la salud en manifestaciones (desde hace rato), sirenas constantes y autos amontonándose hasta la estatua del Dante y su puesto de chori con televisores y sistemas de sonido full fiesta a prueba de los decretos de Ramoncito.
En esta zona, en la que la gente que no acostumbra viajar en avión regresa de largas distancias, se suele sentir olor a Córdoba al volver de ciertas aventuras. En los bancos de las terminales de bondis hay policías jóvenes esperando el momento del cambio de turno cagándose de frío o calor y tentados a reprimir de nuevo: porque también hay gente en situación de sueño-de-banco-de- terminal/shopping-mall. Pienso también en esa casa construida hace como cien años que todavía continúa emplazada, en medio del terreno que el gobierno de la provincia fue expropiando y licitando los negocios de los superamigos, dividiendo la nueva terminal en dos. Casa que desde antes de que circule la noticia de la obra me llamaba la atención por su pasillo, separado de la vereda y la transitada avenida por unas antiguas rejas pintadas de verde anti-óxido, que permiten ver hacia dentro la distribución de los departamentos a lo conventillo, pero donde nunca percibí movimiento ni de las lauchas, algunas manyineadas sudacas, como el clásico r12 eternamente estacionado. Escuché un rumor que indicaba un conflicto de intereses entre el mayor interesado de renovarnos el area de los supermercaditos y la nueva casa de gobierno (y hasta se hablaba de un casinito provincial), por el aprovechamiento político que derivó en la pérdida de ciertos negociados.
De más no está aclarar que la nueva terminal (que conecta distancias cortas con la capital de la provincia) se edificó varias veces: la primera para inaugurarla en elecciones (las luces que la decoran siguen teniendo ese orden que no se comprende si es azaroso o genialmente confuso); la segunda -se dice, quizás en venenosa respuesta propia de la violencia institucional del sistema político/mediático- porque no entraban los colectivos en el techo construido exclusivamente para los colectivos; y la tercera porque se inundó al año de inaugurarla, muy visual esa en los noticieros.
Y es que la economía que nos motoriza a todos en nuestros ánimos posmos tiene un poco que ver con esa pampa de clima húmedo y suelo incontrolable; que tiñe de cordobesismo hasta las ideologías más faranduleras del país. La docta por varias reformas, alguna que otra no tan infame. Fake News o pauta publicitaria: la batalla social-cultural como en el mundo de la gentrificación, y todavía queda la sensación rasposa, en el cuellito, del yugo colonial. Sí, angustia, dijo el presidente del voto-bronca-boca-mafia-papel-prensa, sí, de la corona, sí.
Yo editando coros y orquestaciones que se hicieron en Ciudad Universitaria -del otro lado del parque-, sobre un monólogo de una autopsia, sobre Fedra y la bilis negra, la melancolía. La atorada polillita sigue dando vueltas en mi pieza, podría tranquilamente haber elegido cualquier lado para estar, pero decide seguir torpemente galopando el estanque de tufo de tabaco, ante mi presencia poco amistosa con la idea de que mis escasos intentos por acumular ropa sean alimento de este bichito.
Si nuestra criaturita alada hubiera elegido entrar a la oficina de un profesional, de los que protestan ahí en la zona de los hospitales por ejemplo, podría haber sido la protagonista de un famoso chiste.
Una polilla entra al consultorio de un pediatra:
- Doctor, estoy en problemas.
A lo que el doctor responde:
- ¿Qué sucede?
La polilla le cuenta sus dilemas, habla con lo profundo de su alma ante este atónito médico. Su vida no es fácil: parece que además de andar enfrentando fuentes lumínicas como quehacer cotidiano también tiene situaciones de la que preocuparse. Su trabajo llega a grados de ridiculez que su integridad no es capaz de asimilar. Su jefe parece disfrutar de esta manera de desvivirse por una causa perdida. Su esposa e hijos le quitan el sueño. Se entretiene de noche alimentando a las miles de larvas que habitan cuellitos polares inventando nombres: Polillansky, Praskolnikovsy, Marihunter Stompson Polilla; les atesora con la complejidad con la que consideramos a cada una de nuestras relaciones íntimas humanas o más, mientras intenta de servirles como sustento financiero y emocional de la manera más digna posible. Y esta pobre individualidad convive con una extrema angustia apaciguada sólo por los breves momentos en los que su cuerpo se desvanece por el extremo cansancio. Y aun así persiste el tormento ocasional de una necesidad desvinculante, que vuelve a sus distantes fantasías la memoria de una falta.
- Ay, doctor, usted no sabe lo que sufro.
Y el doctor, desconcertado: - Ya veo, polillita amiga, pero dígame: ¿por qué semejante caso como el suyo ha entrado a mi oficina, de todas las áreas del cuidado y la salud a optar?
Y la polilla responde: - Porque estaba la luz prendida.
De mariposas puede hablar todo el mundo. Un lituano exiliado en Nueva York haciendo gestos contra una pared, casi como sugiriendo la incapacidad de seguirle el rastro a la maravilla, mientras reitera las palabras de un fenómeno demasiado simple de explicar, martillando la mandíbula y la lengua, con los ojos húmedos. El batir de las alas de una hipotética mariposa, el efecto inconmensurable. Casi divino.
Una película sobre un estilo musical extraño, con intérpretes semi under, semi rockstars, es crisol pero dicho melting pot. No me molestó la idea de una guitarrita con vientos en un viñedo de apariencia como atracción al cariño en el aire. Tampoco la ciudad con Mekas en un pasillo y una puerta marrón, colgado en un tiempo eterno, hablando de bichitos por dos minutos. Desde esa aparición sólo lo seguí a través de su web y su muerte, no volví a ver sus películas. Llegué hasta oler una cañada de intenciones de continente viejo con vientito fresco, mientras lo veía tomándose un cafecito con el rostro rojo de haber comido y tomado en una serie de conversaciones quizás demasiado aterrizadas.
Una trompetita, una gracia, un cuadernito y a buscar madera, señores. Ningún lugar a dónde ir. Amigos, familia, fiesta y maravilla. Trabajo: lo mejor que se pueda. La música del policial fantástico y súper seductor. La vulnerabilidad, el ser y lo demoníaco posesivo. La resistencia a ceder y el tiempo como el romance que ocasionalmente se revela entre engaños disipados. Y ésta, señoras y señores, es nuestra prótesis.
IDEALIZAR NO NECESARIAMENTE ES MALO, LO NEGATIVO ES TORTURARSE COMO EXTREMISTA
NOSTORTURAMOSCONLANOCIÓNDEQUELASOTRASPERSONASNONOSQUIERENNIVERPORRAZONESDEFANTASIACUANDOENREALIDADSOMOSRESPONSABLESENPARTEPORLAFALTADESUATENCIONYESNUESTROEGOLOQUETERMINADOLIENDO.
¿SABIANQUEELINTERNETCAMBIOALMUNDO? NO CHARLÉS, CHAPLIN. LAS IDEAS FLUYEN MÁS QUE ANTESoSeguimos igual.
/inserte foto de gato o de perro
/inserte historia de Instagram con la lágrima al borde del ojo
/inserte historia de Instagram con la tanga en la cara manchada con sangre
/inserte video de manifestación popular
/inserte video de una Argentina antiperonista recriminando ridiculeces en el Patio Olmos con pantalla parlante Macripresi al palo
/inserte video de una persona arrojándose desde el techo del Patio Olmos, mezclada con videos “filtrados” de celebrities cogiendo. Arrepiéntase, o no. Indígnese. Descargue su indignación sin realmente enterarse de lo que le molesta. Vaya a una fiesta de gente con celulares. Vaya a conseguir un trabajo digno. Espere toda su vida por estrecharle la mano a Cristina o Lionel Messi. Mire Tinelli, recuerde los 90 y postéelo en las redes todo el tiempo, su proyecto quizás cobre vida y se haga el empresarix modelx del momento. Piense en el Consenso de Washington, en el Plan Cóndor, en los militantes desaparecidos por la dictadura cívico-militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. Piense en la CIA, en el anticomunismo. Piense en China, en la China de antes, en las múltiples Chinas de ahora. Piense en irse a laburar cortando uvitas a Nueva Zelanda para ganarse unos mangos y retirarse dos meses en una playa mersa. Enójese escuchando a Spinetta. Piense en el Nuevo Orden Mundial. No piense en Netflix. Busque placer, cuide a los demás. Busque placer para los demás. Mastúrbese en público, súbalo a Instagram. Espere a que algún filósofo pelotudo le diga algo al respecto. Fíjese como nada sucede. Vaya al monte, encuentre que nada ha cambiado: usted ha cambiado. Intente ver las estrellas en una ciudad iluminada. Fume falopa para poder verlas. Fume falopa si no tiene celular para subir una historia a Instagram. Camine. Vaya a un supermercado y cómprese un vida si quiere. Pero ya no suba mas historias ni haga más vivos, a menos que me muestren otra cosa, porque las voy a terminar viendo. Use la red como lo que es: un medio para acceder, no un medio para consumir. No use nada. No use forro. Lávese las manos. No chape ni curta ni nada. O si, qué se yo, quién soy, o cómo sabe usted como vivo o cómo sé que vivo,
para andar indicándole qué hacer, diviértase sin lastimar
supongo es lo minimo que uno puede hacer a esta altura es
MessiTaiereMaradonayMadonna Sigasigasigabailebaile
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